Trastos viejos para un fuego nuevo

Artículo de Elisenda Navinés publicado en le journal El Bourricot, julio 2017.
El solsticio de verano es el tiempo en que dejamos atrás la primavera y el 23 de junio celebramos la noche de San Juan que es la noche más corta del año, coincidiendo pues a su vez con el día más largo del año.
El fuego y la luz siempre han sido siempre un símbolo en la vida del hombre y es por eso por lo que se celebran diferentes cultos y fiestas. Los pobladores primitivos de todo el mundo ya veneraban las fuerzas de la naturaleza y con ellas el sol y el fuego.
Las fiestas de Sant Juan son unas celebraciones de origen milenario que se han transmitido de generación en generación durante siglos recordándonos su simbolismo. En la celebración del solsticio de verano, se diviniza el sol y las hogueras son sus protagonistas. Es en la entrada al verano donde se encuentran la claridad del fuego y la luz del sol; por esta razón, el calor y la claridad nos invitan al deseo de vivir y gozar mientras estamos aún en este mundo.
En el verano, al mismo tiempo en que damos culto al fuego y a la luz, transmitimos toda una manera social de ser y hacer. La celebración de la «flama del Canigó», simboliza como todos los catalanes desde Perpiñán a Castellón, hemos luchado y celebrado la alegría de pertenecer a una tierra profundamente arraigada a sus tradiciones y a su lengua.
Esta llama simboliza también el paso de la adolescencia a la adultez y es motivo de orgullo para el joven que descenderá la antorcha por la montaña por primera vez.
Cada amanecer del 22 al 23 de junio como hemos visto, la “Flama del Canigó” se renueva en la cima de esta montaña y cientos de voluntarios y equipos de fuego la distribuyen por todos los PPCC siguiendo diferentes rutas (unas veinte aproximadamente), con el fin de iluminar las hogueras al caer la noche en más de 350 municipios. En este espectáculo de luz y fuego, la llama de Canigó es la madre de todas las hogueras.
El origen y el ritual de la llama
La llama de Canigó es un acontecimiento de naturaleza popular que tiene sus orígenes en el año 1955. Francesc Pujadas, un vecino de Arlés de TEC, en el Vallespir, subió a la cima de Canigó impulsado por su entusiasmo por esta montaña e inspirado por el poema de Jacint Verdaguer. Después, Pujadas tuvo la iniciativa de encender los fuegos de San Juan en este espacio y repartir la llama desde allí. El 1966, el fuego atravesó por primera vez la frontera y llegó a Vic. Poco a poco, a pesar de la dictadura franquista, se fue extendiendo por los territorios de toda Cataluña y del País Valenciano.
«La llama de Canigó volverá para encender las hogueras de Barcelona «
http://beteve.cat/la-flama-del-Canigo-tornara-a-encendre-les-Fogueres-de-Barcelona/
Otro exponente del poder de estas tradiciones del solsticio ha sido la candidatura al “patrimonio inmaterial de la humanidad «Las fiestas del fuego del solsticio de verano en los Pirineos”, una candidatura aprobada en diciembre 2015 por la UNESCO. Columnas de fuego bajando por la montaña hasta llegar al corazón del pueblo y encender la hoguera común y disfrutar de esta noche mágica todos juntos, forasteros y lugareños.
El verano empieza pues con el fuego y este fuego es testimonio de nuestro deseo de cambio y renovación, razón por la que en muchas hogueras se queman trastos viejos que ya no nos sirven de nada y al mismo tiempo, todo lo que ya no deseamos que esté en nuestro presente y en nuestras vidas. Se trata pues del deseo de renovarnos nosotros mismos para dar paso a otras etapas que nos den acceso a nuestras verdaderas necesidades y anhelos. San Juan habla de renovación.
Acercarnos a la naturaleza aprovechando la luz del sol y el calor del verano nos permite hacer más vida al exterior, se suceden muchas más celebraciones y eventos recreativos, fiestas mayores y baños diurnos y nocturnos a la luz de la luna. Días para pasarlo bien con nuestra familia y amigos, para hacer cosas que no podemos hacer habitualmente, días para ser imaginativos y creativos, pero también días para pensar y sentir lo que vivimos y hacemos.
Si pensamos en que el solsticio de verano en un muy buen momento para reflexionar sobre en qué etapa de la vida estamos, y nos dejamos nutrir por el espíritu de la naturaleza nos daremos cuenta más fácilmente si estamos donde necesitamos estar o si, por el contrario, seguimos en una etapa que no queremos dejar ir cuando tendríamos que haberlo hecho ya.
¿Por qué seguimos estando en situaciones en las que no nos sentimos ubicados? ¿Por qué depender de alguien que ya hace mucho tiempo que no nos ama? ¿Por qué fingir estar bien o que sentimos lo que no sentimos? ¿Por qué permitir que en el trabajo o en la escuela alguien te desprecie o lo haga a algún otro? ¿Por qué tener un hijo si no vamos a tenerlo con nosotros para darle apoyo cuando nos necesite? Y tantas preguntas que deberíamos hacernos y no lo hacemos.
Todos tenemos puertas que cerrar y viejas sillas que quemar cuando sentimos que una etapa ha finalizado. No hacerlo, seguir estando donde no queremos estar por temor o inseguridad sólo aumenta el malestar psicológico y nuestra capacidad de soportar lo insoportable y ponemos en riesgo nuestra salud mental.
La vida es movimiento, cambio y emoción y nadie ni nada es necesario para que podamos seguir avanzando para llegar a ser mejores personas con toda la libertad y dignidad implícitas. Mejor que mejor si en el camino de vida particular de cada uno haya alguien que desee compartir su camino con nosotros, con respeto, amor y libertad siempre presentes. Pero si no es así, tengamos el coraje de romper costumbres rutinarias, relaciones tóxicas y necesidades no compartidas y confiemos más en nuestra fuerza interna que nos enseñará que puertas cerrar y cuales abrir.
Luchemos porque la paz interior y la libertad estén siempre presentes en nuestras vidas, si ahora puede ser mejor que mañana. ¿Sabemos si mañana aún seguiremos aquí?
Aprovechemos el fuego de Sant Juan y la luz que el verano nos trae para renovar nuestro espíritu. Acerquémonos a la naturaleza y sintamos y gocemos en nuestra piel el milagro de la vida que se manifiesta constantemente. La hoguera es un acto simbólico de renovación. Echemos en las hogueras ataduras y recuerdos que nos dificultan el reconocimiento del propio camino de cada uno y renovemos nos. Aprovechemos nuestras vacaciones para coger aire fresco y ser más dignos de la vida que hoy disfrutamos.
«La luz del sol poniente tenía un resplandor intenso, casi rojo, y alrededor parecía manchado de un tinte dorado. Me encontraba absolutamente entregado al paisaje; ni siquiera quería pensar. Don Joan (Un brujo de México que curiosamente se llama Juan), me habló casi en un susurro. Me dijo que me fijara en cada detalle del entorno, por más pequeño y trivial que fuera. Especialmente los elementos paisajísticos que eran más prominentes en el lado de poniente. Me indicó mirar al sol sin enfocarlo, hasta que desapareciera después por el horizonte. Los últimos minutos de luz, inmediatamente antes de que el sol llegase a un patio de nubes bajas o niebla, fueron magníficos en el sentido total de la expresión. Era como si el sol inflamara la tierra y la encendiera como una hoguera «.
«Viaje a Ixtlán» Carlos Castaneda.
¡Feliz verano a todos!!
Comentarios recientes