Cuando el silencio se escucha

Artículo de Elisenda Navinés publicado en le journal El Bourricot septiembre 2019
En otoño, la naturaleza se adapta lentamente al frío del próximo invierno y se prepara para alimentar la tierra con las hojas que caen de los árboles. Todo esto nos acerca a la melancolía.
En invierno, tenemos menos horas de sol y menos energía. El nivel de serotonina es más bajo y podemos sentirnos más tristes.
Cuando llega la primavera, el clima mejora y todo vuelve, nos sentimos más vivos porque el verano se acerca nuevamente. Los días están llenos de luz y el buen tiempo nos moviliza.
El verano es la época de las vacaciones y se nos abre la ventana del descanso. Todas las estaciones nos afectan, pero el verano tiene una influencia decisiva en el comportamiento humano y en la naturaleza. Las flores han dado sus frutos, los arboles han crecido y nos invitan al resguardo de su fresca sombra y las cosechas llegan a manos de los hombres.
El sol está más presente que nunca. Hace calor y nos sentimos más felices y eufóricos. Queremos quedarnos en el agua, jugar con nuestros hijos, disfrutar de la naturaleza, salir a tomar una copa por la noche, salir de casa…
- Krisnhamurti, en su libro “La revolución del silencio”, nos cuenta sobre esta experiencia de unidad con la naturaleza. “El sol apareció de repente, en un vasto cielo azul hacia el este y un cielo oscuro, muy cargado hacia el oeste. En este silencio pacífico, sientes la belleza de la tierra y todo lo que conlleva. No hay separación entre usted y el árbol, y las sorprendentes variaciones de colores brillantes en el acebo. Usted, el observador, ya no está allí, de modo que la división espacio-tiempo ha dejado de existir. “
- Krisnhamurti se pregunta si existe realmente una dualidad más allá de las dualidades objetivas de luz y sombra. Para él, solo existe lo que es, no lo que debería ser, que es solo una división operada en el pensamiento en el rechazo de la realidad o en su deseo de dominarla.
Ante la necesidad de abordar el exceso de conocimiento diario, la obligación de gestionar las necesidades de nuestras familias y las demandas de los demás en nuestro trabajo, un buen remedio podría ser disfrutar de nuestras vacaciones y días de descanso también para aprovechar la energía solar, la naturaleza y así despertar la autoconciencia.
Sino dedicamos tiempo a reconocer quienes somos alguien lo hará por nosotros. Somos los únicos responsables de preservar nuestra salud física y mental. Si descuidamos su nutrición, tarde o temprano nuestro cuerpo nos lo dirá en forma de síntomas.
Mantengamos nuestro equilibrio físico psíquico todos los días y en cada momento recarguemos las “pilas de felicidad”. Apreciemos las alegrías y el reconocimiento que nos llega, las cumbres que conquistamos, amemos y seamos amados, pero con la necesaria escucha interna.
La meditación debe entenderse como un acto de silencio, ya que la acción de ver con nuestros sentidos internos es saber percibir el ser que somos. Seamos conscientes de cómo funcionan nuestros pensamientos de manera autónoma y como son nuestros deseos y miedos también, así como ser testigos de lo que sucede cuando se produce el silencio, porque silenciamos a nuestro ego devorador que nos habla. No identificarnos con nuestros pensamientos es revolucionario como Krisnhamurti nos dice, porque contiene en sí mismo un potencial de transformación.
El silencio de la meditación calma tensiones, imposiciones, dogmas, impotencia y todo lo convencional y aprendido.
Teresa Forcades, una hermana benedictina, también habla de esta relación de silencio como una actitud de profunda experiencia humana. En su conferencia titulada “Experiencia mística y sabiduría”, nos dice que esta experiencia es como una oración, una actitud afectiva que debe ser vivida sin pensar porque si de repente pensamos en algo, este momento sutil desaparece. También nos dice que cada encuentro es una nueva realidad y nos recuerda a San Agustín que dijo. “Te estaba buscando fuera de mí, pero estabas en mí y no lo vi en mí”. También habla de una receptividad activa (nunca pasiva), con una actitud personal de apertura y receptividad, una relación bidireccional que se construye a dos, ¡lo que también sucede en la cura analítica!
En psicoterapia, este espacio común de silencio se puede encontrar tanto por parte del paciente como del terapeuta. Giuseppe Maffei, en los “cuadernos de psicoanálisis”, en el artículo 113 denominado “silencio” nos dice: “Cuando la pareja analítica se queda en silencio, el acto de estar en silencio puede ser la expresión, por parte del paciente, de una resistencia a la regla fundamental del análisis de contenidos psíquicos demasiado dolorosos para ser confesados. Pero cuando la pareja se queda en silencio, el silencio también puede deberse a la necesidad de retroceder a una etapa evocadora de un estadio de bien estar silencioso vivido en una relación primaria sin confrontación. El paciente puede sentir la necesidad de permanecer sin habla en presencia del analista, imaginar, soñar, darse la ilusión de la buena comprensión de este último y revivir en la transferencia una relación con su objeto más antiguo de amor… La tarea del analista, frente a esta polaridad, como con todos los silencios que ocurren durante la evolución de la cura, es escuchar y comprender el significado de todos estos silencios singulares con los que se enfrenta, prestando especial atención el hecho de que el silencio no solo pertenece a uno u otro, sino al “nosotros” de la pareja.”
Desde mi punto de vista aquí es donde radica la clave de esta experiencia tan sutil. Mi creencia intuitiva me señala el inconsciente como el vehículo por el que el silencio transita, habla y se expresa, en lo “no dicho” o “dicho” que se escapa en terapia, y lo mismo para con la emoción misteriosa y muy silenciosa de toda experiencia mística.
Frente a lo que realmente somos, no es necesario demostrar nada, el ser que somos existe por sí mismo, lo sabe por sí mismo, no necesita nada, simplemente necesita de ser observado y sentido a través de nuestro silencio mientras permanecemos inmóviles y llenos de una actitud de humildad y respeto.
En la sociedad en la que vivimos hoy (claramente en retroceso respecto de los derechos humanos), es más que nunca necesario redescubrirse. Solo el reconocimiento del verdadero ser que somos y que vive en nosotros nos hará comprender la mejor manera de ser libres en una sociedad que nos ahoga con sus falsas libertades. Así es como el silencio puede convertirse en un tesoro.
“Cuando pierdes el contacto con tu quietud interior pierdes el contacto contigo mismo. Cuando pierdes el contacto contigo mismo, te pierdes dentro del mundo”. Echart Tolle
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